Así como cualquier persona tiene derecho a poner en conocimiento de la autoridad aquellos hechos que revistan carácter delictivo de los que tenga conocimiento, en el sentido opuesto, no debe dirigirse contra nadie una acusación falsa ni, tampoco, sobrecargar de trabajo a la policía ni a los juzgados con supuestos delitos inventados.
Partiendo de esta idea inicial, es necesario distinguir dos conductas que, estando relacionadas, presentan perfiles diferentes. Por un lado tenemos la denuncia falsa, que consiste en acusar ante las autoridades a una persona como autora de un delito que no ha tenido lugar (o que ha cometido un tercero). La gravedad de los hechos es evidente: se está poniendo a alguien inocente, a sabiendas, en peligro de ser condenado por hechos que no ha cometido. Por otra parte, la simulación de delitos también comprende un engaño, pero esta vez en cuanto a los hechos en sí, sin acusar a nadie en particular.
Para perseguir estos delitos el Código Penal requiere que concurran algunas circunstancias:
- En relación con la denuncia falsa, se exige que las actuaciones judiciales hayan terminado absolviendo al acusado, de manera que existan indicios de que el acusador mintió conscientemente para perjudicarle.
- En cuanto a la simulación de delitos, la ley no exige otra cosa que se hayan iniciado actuaciones judiciales, esto es, que la policía, después de investigar los hechos, haya remitido un atestado policial al juez de instrucción competente.
Mientas que la acusación falsa puede ser castigada con la pena de prisión cuando se acusa por un delito grave (merecedor de una pena de prisión de más de cinco años o de otras penas significativas), las acusaciones falsas de delitos menos graves y leves y la simulación de delitos se castigan con una simple multa.
Casos de denuncias falsas
Para comprenderlos mejor, veamos un ejemplo de cada uno de estos delitos. Un caso de denuncia falsa podría ser el siguiente: un vecino denuncia a otro, con el que existe una enemistad manifiesta desde hace muchos años, de haberle sorprendido una noche en el portal del edificio común a punta de navaja, exigiéndole que le diera todo lo que llevaba encima. Cuando el juez tiene conocimiento de los hechos y procede a investigarlos y a interrogar al acusado, se da cuenta de que todo ha sido una fabulación del denunciante. El juez, inmediatamente, pasará a investigar a éste por un delito de denuncia falsa.
Un ejemplo de simulación de delitos podría ser el siguiente: una familia se dispone a iniciar sus vacaciones veraniegas, momento en el cual la madre se da cuenta de que su DNI ha caducado. Sólo podrá coger el vuelo que tienen contratado si presenta un DNI en vigor o una denuncia de que le ha sido robado. Rápidamente acude con su marido a la comisaría de policía que hay en el aeropuerto, simulando haber sido víctima de un robo antes de facturar su equipaje.
Últimamente han proliferado también las simulaciones de robos de teléfonos móviles para intentar cobrar un dinero del seguro. Existen condenas al respecto de multas de hasta 1.000 euros para los defraudadores.
Así mismo, también se están dando denuncias falsas en procedimientos de divorcio o en casos de relaciones de ex cónyuges, como el caso de una mujer que fue condenada a seis meses de prisión y multa de 1.080 euros por presentar una denuncia falsa contra su expareja, a quien acusaba de abusar sexualmente de los dos hijos que ambos tienen en común.
A través de los ejemplos propuestos hemos querido poner de manifiesto la diferente gravedad que pueden alcanzar estos delitos, que pueden afectar no sólo a un particular (sobre todo en el caso de la denuncia falsa), sino también a la administración de justicia en sí.
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