Siempre se ha dicho que no se puede enseñar a un viejo perro nuevos trucos, pero es evidente que esto no es válido para el elemento criminal. La actividad criminal comenzó de nuevo cuando Caín mató a Abel por celos y codicia y ha evolucionado tan rápido o más que la propia evolución humana. Parece que cada vez que surgen nuevas y mejores herramientas de seguridad pensadas para proteger las actividades online, los delincuentes vienen con nuevas maneras de vulnerarlas. Y ello a pesar de que los crímenes cibernéticos pueden ser procesados por multitud de leyes nacionales e internacionales. En Estados Unidos, a partir de la Ley de Fraude y Uso Indebido de la Informática (1990), surgieron gran cantidad de reformas, normas y otras leyes, todas ellas con fuertes multas y penas de prisión de cinco a veinte años. Otra de estas leyes, la Ley de Espionaje Económico (1996), establece penas aún más duras con multas entre 500.000 y 5.000.000 de dólares y penas de prisión de entre 10 y 20 años.
Volviendo a los inicios
Antes de que hubiera delincuentes cibernéticos, existían los llamados “delincuentes de cuello blanco”. El término, la delincuencia de cuello blanco, fue acuñado por Edwin Sutherland, un profesor de sociología que escribió el primer libro sobre la delincuencia de cuello blanco. Lo definió como crimen cometido por una persona respetable de alto estatus social en el curso de su ocupación. Desde que no existen leyes o decisiones judiciales que aboguen al respeto o la condición social, convencer a través de ello era difícil de conseguir. Sutherland tenía la intención de centrar la atención en la clase social del autor del delito y no de la propia delincuencia. Finalmente, la definición de Sutherland evolucionó en variaciones como, el tipo de delincuente, el tipo de delito, y la organización de los criminales.
El Departamento de Justicia estadounidense más tarde amplió la definición para incluir cualquier acto ilegal realizado por medios no físicos utilizando la ocultación o el engaño para obtener dinero o bienes. No pasó mucho tiempo antes de que los delitos cibernéticos se incluyen también en este campo. Los delitos cibernéticos son algunos de los crímenes más difíciles de procesar debido al anonimato de internet. Son los nuevos “delitos de cuello blanco”.
En el caso de España, quizás el ciberdelito no se encuentra tan “profesionalizado”, pero si es cierto que nos podemos encontrar casos de delitos que nos pueden afectar. Quizás para el ciudadano, los grandes delitos están algo fuera de su día a día y lo que más le puede preocupar son los delitos relacionados con su ámbito profesional y laboral.
Pero, volviendo a los viejos crímenes y las nuevas formas de cometer dichos delitos, las redes sociales se han convertido en la plaza del pueblo, en ese lugar donde se encuentran las personas y se producen conversaciones. De esos chismes, insultos, calumnias que se producían no existían pruebas, ahora esas conversaciones se encuentran almacenadas y disponibles por tiempo ilimitado.
En el caso de las estafas, ahora se cometen a nivel global, desde lugares recónditos y con la posibilidad de llegar a cientos o miles de personas de países diferentes.
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